lunes, 5 de septiembre de 2011

Soy un Indignado






"Pertenezco a ese grupo de chilenos que después del terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010 nos hemos dedicado a ayudar a levantar escuelas, jardines infantiles, botes de pescadores y comercios que fueron destruidos por la fuerza de la naturaleza. Hemos sido miles los que hemos dedicado nuestro mejor esfuerzo, nuestra pasión y nuestro compromiso en ayudar a volver a levantar a Chile. Lo hicimos desde la alegría y desde nuestra libertad.

Muchos lo hicimos donando a Teletón, Desafío Levantemos Chile, al Techo para Chile y a muchas organizaciones de la sociedad civil. Miles de jóvenes se volcaron a ayudar a miles de familias chilenas, y nos conmovimos con el sufrimiento, pero sobre todo nos cautivamos con el compromiso de tantos por reconstruir nuestra sociedad. Sabemos que todavía nos queda mucho por hacer.

Soy un indignado, porque trabajamos sin descanso para que ningún niño chileno perdiera su año escolar en 2010 y, junto a mucha gente, lo logramos. Pero, un año después, vemos que miles de nuestros jóvenes están a punto de perderlo.

Soy un indignado, porque logramos levantar escuelas caídas para que nuestros niños pudieran estudiar, pero, un año después, otros las queman.

Soy un indignado, porque trabajamos sin descanso para levantar los pequeños comercios devastados por el terremoto y tsunami para que los emprendedores se volvieran a levantar; pero, un año después, veo a cientos de comerciantes como ellos que sufren los destrozos de sus locales cada vez que hay una protesta callejera.

Soy un indignado, porque un joven inocente ha perdido su vida tan sólo por haber estado en el lugar y momento equivocados (mientras escribo esta columna nos acabamos de enterar de que la bala que mató al joven Manuel Gutiérrez salió del arma de un carabinero; ojala tengamos la mesura para condenar un hecho puntual y no a una institución completa, pues si es así escalemos también hasta los organizadores de las protestas).

Soy un indignado, porque vimos cómo nuestros carabineros evitaban los saqueos en los días posteriores al terremoto, y ahora vemos cómo delincuentes, escondidos entre los estudiantes, los atacan sin piedad en cada protesta.

Soy un indignado porque, pese a todos los problemas que tenemos como sociedad, hemos tenido avances notables en las últimas décadas, y hoy nadie se atreve a reconocer su paternidad o maternidad.

Soy un indignado por esos pseudo empresarios que engañan a la gente, sobre todo a los más pobres, renegociándoles sus condiciones sin ni siquiera preguntarles.

Soy un indignado, porque conozco a muchos emprendedores de la educación subvencionada que, precisamente por hacerlo mejor que  los colegios estatales (sí, los municipales también son estatales), hoy día corren el riesgo de tener que cerrar sus colegios.

Soy un indignado, porque muchos de los parlamentarios de nuestro país han renunciado al liderazgo y responsabilidad que les otorgamos en las urnas.

Soy un indignado cuando veo al presidente del Colegio de Profesores defendiendo una supuesta calidad de la educación, cuando el gremio que preside se niega a evaluarse.

Soy un indignado, porque no estamos discutiendo las verdaderas y profundas razones de la pésima y desigual educación que les estamos entregando a nuestros jóvenes, quizás porque llevamos años usando a la educación como caballito de batalla de la política de turno.

Soy un indignado porque, salvo honrosas excepciones, hemos caído en la política de las encuestas y el Twitter, y hemos renunciado a defender las convicciones. ¿Qué tal si los políticos apagaran por unos días sus computadores y se dedicaran a defender sus convicciones?

Hoy día hablo por mí, y sólo por mí, porque además creo que no somos muchos los que en estos tiempos creemos en la libertad; sí, esa libertad para emprender, para equivocarse, para educar, para enseñar y para aprender. Soy un convencido de que la derrota de la libertad no se debe a la fuerza de sus enemigos, sino que a la debilidad de sus defensores."

Felipe Cubillos, publicado en el diario La Segunda un par de días antes de su muerte.

lunes, 25 de abril de 2011

Cachito Campeòn de Corrientes

Desde Corrientes a Buenos Aires
un señor lo vino a buscar
cuando estacionó su auto
vino el barrio a saludar:
chau Cachito, chau, vas a ser campeón,
desde aquí te alentaremos por la televisión.

En la noche del debut
Corrientes estaba prendido
y un solo grito se oyó
cuando el correntino entró:
Vamos Cachito, vamos, debes ser el campeón,
desde aquí te alentaremos por la televisión.

El correntino saltarín mostraba su inocencia
y entre las cuerdas se vio sangrar sus redondas cejas.
Qué pensará mi madre
ay, ay sí, qué pensará.
Qué pensará mi barrio
ay, ay sí qué pensará.

Qué me estará pasando
que no lo puedo parar
éste me está matando de verdad...
Cómo estará mi madre
ay, ay sí, cómo estará.
Cómo estará mi pueblo
ay, ay sí, cómo estará.

Llora, Corrientes, llora
la derrota de su campeón.
El jueves llega Cachito
en el micro de las dos,
y ese señor del auto
no aparece por Corrientes
porque dice que es suficiente
el dinero que ganó.
Y ese señor del auto
no aparece por Corrientes
porque dice que es suficiente
el dinero que ganó.


Leòn Gieco

jueves, 10 de marzo de 2011

No a la impunidad



Me dan asco las personas que amparadas en la falsa seguridad que otorga el lado oscuro de la vida, o que basadas en la vaga certeza que sus viles triquiñuelas les darán réditos económicos, o pingües y efímeros triunfos, se encargan de hacer la existencia difícil al resto de la humanidad que cumple a rajatabla con sus deberes, que respeta los derechos del otro, que transita por la vida con la cara descubierta.

Si, existen y a raudales, aquellos personajes que buscan hacer daño, por el simple hecho de sentirse poderosos, intocables, aquellos personajes que aprovechándose de debilidades de la letra de la ley pretenden incrementar sus haberes con ruines procedimientos, lejos de toda moralidad y mezclándose con la delincuencia.

Pero nosotros, quienes nos vemos afectados por las actuaciones de estos mínimos seres, tenemos el deber y la obligación de no cejar en desenmascararlos, de luchar una y otra vez. Tenemos el derecho a vivir en un mundo libre de encono, en un mundo en que todos nos podamos dar la mano, en que todos miremos con la frente en alto, sin miedo, sin prejuicios y por sobre todo libre de delincuencia.